¿POR QUÉ LA COVID EMPIEZA A “PESAR” DE VERDAD?

En pocas semanas se cumplirá un año desde que la vida nos cambió. A todos y a todas. Ha dado igual la edad que tuviéramos, dónde viviéramos o cuáles fueran nuestras circunstancias, porque la pandemia Covid-19 no sólo llegó para quedarse sino que nos ha obligado a vivir una vida diferente alterando nuestras costumbres, nuestras libertades, el contacto físico, la relación con los demás… y un largo etcétera. A temporadas hemos vivido bajo restricciones más severas impuestas por las autoridades y en otros momentos de este año bajo mayor permisividad, pero al final condicionados por la pandemia y sus consecuencias todo el tiempo.

Siendo así, ¿por qué ahora (justo ahora) estamos empezando a notar más el peso de esta situación? Cada vez en mayor medida estamos detectando en consulta que la Covid-19 “pesa” un poquito más cada día, incluso en las últimas semanas un número pronunciado de personas nos ha relatado por primera vez que “ahora empiezo a llevar peor todo esto”, “me está empezando a afectar” y algunas expresiones similares.

Obviamente, huelga decir que no es algo generalizable a todas las personas; hay quienes sienten que se están adaptando bien a esta “situación Covid” o quienes, sintiéndose mejor o peor, no han notado un empeoramiento de su estado. Sin embargo, cada vez con más asiduidad nos encontramos con personas que nos relatan las sensaciones descritas. ¿Por qué ahora?

La diferencia entre 2020 y 2021: del estrés agudo al estrés crónico

Sin estarnos refiriendo a ningún trastorno mental, podríamos definir la respuesta de estrés agudo como la reacción intensa experimentada por una persona ante la detección de una amenaza a la que no percibe poder hacer frente. En mayor o menor medida, esta fue la reacción al inicio de la pandemia y ante las primeras restricciones. En la mayoría de los casos fue una amenaza percibida como progresiva y no abrupta, se pusieron en marcha medidas en cada uno de nosotros para gestionar emocionalmente la situación y las novedades (teletrabajo, ERTEs, hijos sin colegio…) se abrían paso ocupando nuestra mente en otros asuntos que atender, además del propio miedo por la salud. Y, de forma transversal, iniciamos eso de vivir con la Espada de Damocles constantemente puesta sobre nosotros mismos y sobre nuestros seres queridos, especialmente los de mayor edad. Al pasar de las primeras semanas y meses, dicho estrés fue cronificándose y culminó en un verano que, en muchos casos, aligeró algo la carga percibida aunque por supuesto no desapareció ya que tanto la amenaza como sus consecuencias (sociales, laborales…) seguían allí.

Actualmente, después de un otoño y un inicio de invierno con restricciones más severas progresivamente, con noticias diarias negativas, vacunas que no llegaban, vacunas que luego llegaron pero resultan insuficientes… nos encontramos ante una acumulación de estrés. El estrés crónico se caracteriza por una situación de estrés continuada en un tiempo prolongado y se agrava ante la incertidumbre sobre cuánto tiempo durará, como es el caso. Y lo más importante: es mucho más nocivo que el estrés agudo, ya que puede generar multitud de trastornos mentales así como enfermedades médicas cardiacas, musculares, infecciosas, etc.

¿Cómo hacemos frente a dicho estrés crónico?

Según la OMS, «lasaludes un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Con esta definición como referencia, es importante ser conscientes de la importancia en la prevención de la Covid-19, aunque también en la promoción de la salud mental.

Las medidas recomendadas para afrontar el estrés crónico actual podrían ser:

  • Darnos permiso para estar tristes, nerviosos, frustrados o cualquier otra emoción desagradable, ya que es normal en las circunstancias que vivimos, aunque debemos intentar afrontarlas y gestionarlas.
  • Relacionado con el punto anterior, ventilar las emociones: algunas opciones pueden ser pintar lo que sentimos, escribir poesía o un diario, hablar con alguna persona de confianza…
  • Buscar calor humano, sea verbalmente o cogiendo la mano de alguien querido durante un rato (simplemente hay que lavarlas después para no asumir riesgos innecesarios).
  • Centrarnos, de la actual situación, en lo que sí podemos controlar. El mayor alimento del estrés es la percepción de falta de control. Preguntémonos, ¿qué puedo controlar de mi vida actual? ¿Qué podría mejorar, por pequeño que sea?
  • Realizar actividades de ocio que nos hagan bien y estén permitidas (destacamos las que tengan que ver con ejercicio físico, aunque simplemente sea dar un paseo).
  • Tomar el sol y/o estar en contacto con la naturaleza siempre que se tenga la oportunidad.
  • Realizar ejercicios de Mindfulness, respiraciones o algún ejercicio de relajación regularmente, no solamente cuando nos sintamos mal. Recordemos que si sufrimos estrés crónico, nos sentimos mal de forma constante aunque pueda ser poco intensamente.
  • Evitar estimulantes como la cafeína.
  • Regular la información que recibimos: mirar o leer noticias sobre el tema de forma dosificada.

Nuestra recomendación a modo de resumen: Cuidaros y seguid tantas pautas de las citadas como os sea posible de forma que, cuando esta situación termine, nos encuentre con el mayor bienestar físico y psicológico posible, e incluso habiendo crecido a nivel personal.

Paola Obrador

Psicóloga Col. B-1815