
La infertilidad es la imposibilidad de conseguir un embarazo después de 12 meses o más de relaciones sexuales habituales sin protección. Esto incluye tanto la incapacidad de lograr un embarazo como el no poder mantenerlo, es decir, los abortos.
Se trata de una de las enfermedades crónicas más silenciosas y emocionalmente dolorosas que existen, ya que no impone limitaciones físicas, no presenta síntomas evidentes ni dolor corporal, no afecta a la funcionalidad diaria, no pone en riesgo la vida y, además, las parejas pueden elegir libremente si buscan tratamiento o no.
Las parejas que solicitan un estudio de fertilidad, lo hacen cuando ya llevan varios meses subidos en una montaña rusa de emociones. Donde cada mes la menstruación viene acompañada de sentimientos de tristeza y desesperanza, generando un impacto emocional considerable. A este malestar, se suma el estrés que conllevan los tratamientos de reproducción asistida, tanto por sus exigencias médicas como por la carga emocional que implican.
Las técnicas de reproducción asistida más utilizadas son la inseminación artificial y la fecundación in vitro. La inseminación artificial consiste en introducir el semen en el útero mediante cánulas especiales, bajo control ecográfico. Por su parte, la fecundación in vitro implica la extracción de óvulos y espermatozoides para su fecundación en laboratorio, obteniendo así un embrión que luego se transfiere al útero. Además, existen otras técnicas que requieren la intervención de terceros, como la donación de esperma, óvulos o embriones, así como la gestación subrogada.
El acceso a las Unidades de Reproducción en el Sistema Público de Salud varía según la ciudad y el tratamiento. En Sevilla, las parejas pueden esperar entre 1 y 3 meses para ser atendidas, mientras que en Madrid los tiempos de espera pueden extenderse de 1 a 2 años. Por su parte, en las Baleares la lista de espera para los tratamientos de fecundación in vitro se estima entre 12 y 14 meses, mientras que la inseminación artificial no tiene una lista de espera significativa. Además, una vez iniciado el proceso, el estudio de fertilidad y el comienzo del tratamiento pueden demorarse varios meses más. Como resultado, algunas parejas pueden llegar a pasar hasta seis años centradas en la búsqueda de un/a hijo/a.
El impacto psicológico del proceso «fallido» y las consecuencias emocionales en la pareja
Cuando una pareja pasa mucho tiempo intentando tener un bebé, el deseo de concebir puede convertirse en una obsesión. Esto puede generar sentimientos de vacío, culpa e impotencia, además de afectar la relación de pareja. A veces surgen reproches mutuos o el vínculo se transforma, dejando en segundo plano el deseo de estar juntos y poniendo toda la energía en lograr un embarazo.
A esto se suma la presión social. Las preguntas constantes del entorno, los embarazos de amigos o familiares y las visitas a recién nacidos pueden aumentar el malestar. También está la presión del tiempo, ya que muchas mujeres buscan ser madres después de los 30-35 años, pero a partir de los 37 la reserva ovárica disminuye y la calidad de los óvulos baja, lo que puede dificultar el proceso. Además, los tratamientos de reproducción asistida llevan tiempo, lo que añade aún más estrés.
Cuando la pareja decide iniciar un tratamiento de reproducción asistida, suele aparecer la esperanza y la creencia de que esta vez sí lo lograrán. Sin embargo, la tasa de éxito ronda el 30%, lo que a veces no coincide con las altas expectativas de la pareja. Durante el tratamiento, aparecen la esperanza, ilusión y optimismo, pero también la impaciencia, los pensamientos obsesivos, la adicción al tratamiento, la incertidumbre y el temor. Es común que en este período haya una mayor atención a posibles signos de embarazo, como hinchazón, pinchazos abdominales o cambios en el flujo vaginal.
Si no se consigue el embarazo, se experimenta como una pérdida y puede pasarse por un duelo. Aparecen la tristeza, rabia, desilusión y desesperanza. Muchas parejas intentan el tratamiento varias veces; con el tiempo, esto reduce la ansiedad porque ya conocen el proceso, pero a la vez puede aumentar la sensación de fracaso, inseguridad, desesperación y desesperanza. Por otro lado, si el embarazo se logra, la felicidad suele ir acompañada del miedo al aborto y la preocupación por que todo salga bien.
En la actualidad, estamos expuestos a numerosos estímulos de una sociedad aparentemente fértil, donde la idea de que tener hijos/as es fácil se ha visto reforzada por las grandes campañas de anticoncepción. Sin embargo, la realidad es distinta: 15 de cada 100 parejas no logran concebir de forma natural. A esto se añade que convivimos con una cultura de la inmediatez y una baja tolerancia a la frustración. Donde la infertilidad suele vivirse como una crisis vital, y se encuentra estrechamente ligada a la ansiedad y la depresión, mostrando sintomatología clínica el 25%-65% de los pacientes sometidos a tratamientos de reproducción asistida.
El acompañamiento psicológico en estos casos no solo mejora la calidad asistencial en los tratamientos, sino que también ayuda a reducir la ansiedad y el estrés, facilitando un afrontamiento más saludable del proceso.
La importancia del apoyo psicológico durante el tratamiento y cómo afrontarlo
El apoyo psicológico es clave en todo este proceso y debe adaptarse a las necesidades de la pareja y a las características de su tratamiento de reproducción asistida. Durante la fase de diagnóstico de la infertilidad, la intervención psicológica se centra en la psicoeducación, proporcionando información sobre la infertilidad y las reacciones emocionales que pueden surgir. Además, se trabaja en la prevención de desajustes emocionales mediante técnicas de relajación y estrategias para afrontar el estrés. También se fomenta el apoyo social, optimizando sus recursos familiares y sociales.
En la fase de tratamiento de la infertilidad, la terapia psicológica tiene como objetivo favorecer la expresión emocional, anticipar y manejar posibles contratiempos o fracasos, y reducir la ansiedad. Asimismo, se trabaja en el desarrollo de habilidades sociales y comunicativas para gestionar la presión externa, se ofrece apoyo en la toma de decisiones médicas y se abordan posibles dificultades en la vida sexual de la pareja.
Al finalizar el tratamiento de reproducción asistida, si no se logra el embarazo, el apoyo psicológico ayuda a clarificar valores y a redefinir el lugar del «posible hijo/a» dentro de un proyecto de vida más amplio. También se acompaña a la pareja en el proceso de duelo por la pérdida del hijo/a deseado y en la construcción de nuevos planes de futuro, tanto individuales como en pareja. En caso de que el tratamiento culmine con éxito y el bebé llegue a casa, el apoyo psicológico se enfoca en reducir los miedos y preocupaciones en torno a la maternidad y paternidad, así como en fortalecer la confianza en la crianza y la seguridad del hijo/a.
En nuestro centro, acompañamos a personas y parejas que llevan tiempo buscando un/a hijo/a de forma natural, que están en tratamiento de reproducción asistida o que han decidido cerrar esta etapa para centrarse en sí mismos/as y en su relación. Si quieres hablar sobre tu caso, no dudes en contactarnos.
Ester Oliver
Psicóloga General Sanitaria
Núm. Col. B-03379