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GORDOFOBIA Y LA CULTURA DE LA DIETA

¿Conoces a alguien que haya aumentado y bajado mucho de peso, varias veces en su vida? ¿Alguien que siempre ves con la intención de cuidarse y va probando distintos métodos?

Muchas veces, estos intentos de “cuidarnos” esconden un deseo muy profundo de encajar en los cánones de belleza actuales. Sin embargo, las dificultades para llegar a éstos son numerosas. ¿A qué se debe esto?

Vivimos en una sociedad en la que se dan a la vez dos fenómenos contradictorios: la obesogénesis y la gordofobia. Es decir, por una parte, el sistema nos da todas las facilidades para hacer un consumo alimentario poco saludable: alimentos dulces, hiperprocesados y comida rápida están a muy fácil alcance, y tanto nuestro paladar como nuestro ritmo de vida nos llevan a su consumo.

Luego, por otra parte, tenemos una presión social muy potente para mantenernos delgados, lo que se gesta en una creencia muy arraigada de que la delgadez es sinónimo de belleza y de salud. Por el contrario, el sobrepeso se considerará sinónimo de dejadez, poca fuerza de voluntad, fealdad, perjudicial, etc. ¿Qué se nos ofrece para combatirlo? Seguramente todos sabemos qué responder a eso: dieta y ejercicio físico. El problema es que ambas cosas son difíciles de mantener a largo plazo, sobre todo la dieta, cuya eficacia, además, se encuentra en tela de juicio.

Hablemos de ello con mayor detenimiento.

Cultura de la dieta. ¿Qué es y qué implicaciones tiene?

Para entender este fenómeno, primero debemos entender el significado que la sociedad suele otorgar a la palabra “dieta”. Para muchas personas, una dieta es un plan de alimentación diseñado con el fin último de perder peso. Para ello, este plan implica siempre algún tipo de restricción alimentaria, tanto en la cantidad de los alimentos, como en los tipos de alimentos que permite incluir.

La gran variedad de dietas que han existido, existen y surgirán en el futuro son del todo variopintas: pasando por las más conocidas, como la dieta Dukan, la dieta disociada, la dieta por puntos, el ayuno intermitente… hasta las de resultados exprés que solemos encontrar en revistas: dieta de la alcachofa, dieta de la sandía, y un largo etcétera.

            Hay que insistir en que todas ellas, aunque distintas en su contenido, comparten tanto el mismo objetivo (perder peso), como el mismo método de base (restricción alimentaria de algún tipo). Siguiendo este esquema, cualquier intento de auto-control sobre la propia alimentación también puede ser considerado dieta. Léase quitarse deliberadamente los carbohidratos, ayunar, evitar frituras, etc.

            ¿Cuál es el problema de este concepto de dieta? Su problema principal es que, si bien las dietas son eficaces a corto plazo (la persona es capaz de bajar de peso en poco tiempo), a largo plazo son totalmente contraproducentes (las personas abandonan y vuelven a subir de peso). ¿Por qué ocurre esto? Las explicaciones que se dan son tanto a nivel biológico como a nivel psicológico.

  • A nivel biológico, existen varias teorías que explican el problema:
    • Genética: existen personas con una predisposición genética mayor a padecer sobrepeso. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la obesidad es una condición multifacética, en cuyo curso y mantenimiento influyen no solo factores genéticos, también psicológicos, comportamentales y socioambientales.
    • Teoría de la eficiencia metabólica y el efecto yo-yo: los mecanismos metabólicos y cerebrales de regulación del peso, el hambre y la saciedad no han cambiado en los últimos miles de años y conducen a nuestro cuerpo a la máxima eficiencia energética. Estos mecanismos se activan al hacer dieta, alertan al organismo de que se está en un periodo de hambruna y nos provocan gran sensación de hambre. Al abandonar la dieta, este mecanismo sigue activo y hace que aumentemos de peso otra vez, resultando muchas veces en un mayor peso que el inicial.
    • Teoría del set point: nuestro peso tiende a oscilar en un punto medio que se establece de manera firme a lo largo del tiempo. Tanto si aumentamos como si disminuimos de peso, éste tiende a volver al punto medio. Si nuestro set point se encuentra en un punto de sobrepeso, se recomienda bajar muy despacio de peso e intentar mantenerlo escalonadamente para que se asiente más abajo. Esto no encaja con las dietas ni con la urgencia de algunos para bajar de peso.  
  • A nivel psicológico, las teorías son las que siguen:
    • Efecto de la manzana prohibida: cuanto más restringimos el acceso a algún alimento, más sensibilidad a él se produce, por lo que acabamos saltándonos la dieta. Esto, en casos extremos, puede derivar en atracones de comida reales.
    • Regulación afectiva a través de la comida: Relacionado con el anterior, los mecanismos fisiológicos encargados de las señales de hambre y saciedad se verían desinhibidos por un mecanismo cognitivo-emocional de regulación de la ingesta. Es decir, nos alimentaríamos como método para regular nuestras emociones.
    • Tendencia crónica a la sobrealimentación: cuando nuestros hábitos alimentarios se basan en la abundancia y en la desproporción con nuestro estilo de vida. Comemos de más y nos acostumbramos a ello, sabiéndonos luego a poco las raciones que nos corresponden.

Como puede apreciarse, tanto nuestro cuerpo como nuestra mente no reaccionan bien ante las dietas, resultando en fracasos continuos al intentar bajar de peso. Sin embargo, la presión percibida para estar delgados sigue ejerciendo su papel, resultando en nuevos intentos para bajar de peso. Este hecho resulta en oscilaciones de peso importantes a lo largo de la vida, lo que se ha relacionado con riesgos importantes para la salud, más que el sobrepeso en sí mismo.

Volviendo a los conceptos del inicio, el cóctel de ambos fenómenos (obesogénesis y gordofobia) nos lleva irremediablemente a un problema de salud pública, que se cronifica y vuelve de cada vez más complejo. En otras palabras, se nos ha creado un problema y una solución eternos. Esto es la cultura de la dieta.

Dicha “cultura” es la que engloba toda una red de servicios, negocios, contenidos, etc., que por desgracia muchas veces ejercen más una labor contraeducativa. Esto resulta en muchos mitos e ideas preconcebidas, ya no sobre el cuerpo y el peso, sino sobre cómo cuidarse: qué es bueno comer y qué no, si debemos ayunar o no, si tomar endulzantes o no, si debemos prescindir del gluten, y un largo etcétera.

También se nos indica cómo medir nuestros progresos. A día de hoy, muchas personas siguen marcándose un peso máximo a alcanzar. Otros, un poco mejor informados, calculan su Índice de Masa Corporal (IMC; medida poblacional que categoriza si estás en infrapeso, normopeso o sobrepeso). Pocos te hablan de medir el perímetro de cintura, de averiguar tu composición corporal, de ver la grasa localizada… Estas medidas, en su conjunto, SÍ nos indican el estado de salud nutricional, y nos ayudan a diseñar un plan mejor adaptado al individuo.   

Gordofobia

Además de las referencias al concepto hechas al inicio (el sobrepeso se considera sinónimo de dejadez, baja fuerza de voluntad, fealdad, perjudicial, etc.), la gordofobia debe entenderse como todo aquel entramado de actuaciones que se hacen en contra de las personas con sobrepeso, que se justifican en base a esas ideas preconcebidas.

Es decir, el estigma que rodea al sobrepeso implica una discriminación hacia las personas que lo presentan en muchos ámbitos: social, laboral, institucional y, por desgracia, sanitario.

La discriminación es tal que puede llegarse a deshumanizar a la persona, definiéndola única y exclusivamente por su condición corporal. Algunos ejemplos de ello son:

  • “Bullying” en el colegio hacia niños con sobrepeso.
  • “Mobbing” en el trabajo hacia personas con sobrepeso o techos de cristal para esas personas.
  • Personal sanitario que se niega a realizar pruebas diagnósticas por catalogar el problema de salud de esa persona como consecuencia inequívoca de su sobrepeso.

Tampoco hay que olvidar que, quitando estos extremos, también existen microagresiones continuas, como comentarios hacia la poca fuerza de voluntad, la comparación con otras personas, la falta de tallas grandes en tiendas de ropa, etc.

Todo esto, como es de esperar, implicará un estrés sobre la persona con sobrepeso, que se añadirá a su sensación de fracaso y falta de control por no poder mantener las dietas que se impone.

Consecuencias psicológicas de la cultura de la dieta:

Cada vez que la persona abandona una dieta y vuelve a ganar peso, también gana sensación de falta de control, baja autoestima, profunda frustración y agotamiento emocional.

Si a esto, como se ha dicho ya, se añade la presión social a todos los niveles, el resultado suele ser un autoconcepto basado en el peso y la figura corporales, lo que puede llevarnos a problemas psicológicos más graves como un trastorno de la conducta alimentaria, un trastorno dismórfico corporal, o algún otro tipo de trastorno emocional.

Recomendaciones:

Si creemos que tenemos un problema relacionado con el peso, y/o si tenemos una relación poco sana con la comida o nuestro cuerpo (contamos calorías, restringimos alimentos concretos, nos damos atracones, no podemos mirarnos al espejo…) lo mejor que podemos hacer es ponernos en manos de profesionales. Las personas en esta situación pueden pedir ayuda a su médico de familia u endocrino, a un nutricionista o a un psicólogo especializado. De cualquier modo, estos tres son los profesionales de la salud que suelen conformar el equipo interdisciplinar para estos casos. La coordinación entre ellos debe ser continua, por lo que no es de extrañar encontrarnos unidades especializadas.

El médico será la figura encargada de llevar a cabo el seguimiento y tratamiento de las patologías paralelas al problema de peso / alimentación de la persona.   

La/el nutricionista nos va a educar en la adquisición de hábitos saludables, adaptados a cada uno de nosotros. El objetivo nunca debe ser bajar de peso, sino ganar en salud y generar hábitos más sanos.

La/el psicóloga/o especializada/o en conducta alimentaria nos va a ayudar a:

  • mantener la motivación,
  • marcar objetivos a corto y a largo plazo,
  • ajustar expectativas,
  • aceptarnos y flexibilizar la forma en que nos valoramos
  • e intervenir en otros ámbitos de nuestra vida que puedan estar interfiriendo en nuestro progreso.

Guillem Nicolau Coll

Psicólogo General Sanitario

Col B-02773

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